Estructura de la Eneida.
Contenido.
El poema se desarrolla desde la caída de Troya hasta la ocupación y pacificación de Italia. La primera parte de la acción del poema presentada en forma retrospectiva, bajo la forma de narración hecha por Eneas ante Dido. El procedimiento, que está adoptado de La Odisea, le permite a Virgilio comenzar la acción con el episodio emocionante de la tormenta que arroja a los troyanos desde Sicilia a las costas de Cartago, adonde llegan cuando se está fundando la nueva ciudad. Es de un gran simbolismo, sin duda intencionado, este encuentro de los destinos de Roma y Cartago, con un desenlace trágico en el suicidio de Dido, en el momento mismo en que la historia de ambos Estados se inicia. El episodio de la tormenta ocupa el libro I, que termina con el banquete que la reina ofrece a Eneas y a los suyos y los comienzos de la pasión de Dido. El libro II está ocupado con la historia del último día y noche de Troya; pero está narrado en primera persona por un testigo y actor principal del desastre, el propio Eneas, lo que confiere a la narración una tensión dramática intensísima. El libro III se ocupa de las aventuras que los troyanos padecen en busca de su nueva patria desde que escapan de Troya hasta su llegada a Cartago. Es Eneas mismo el que sigue contando las peripecias, como Ulises en la Odisea (IX−XII). El libro es, por su estructura, endeble y no es dudoso que Virgilio lo tuviera destinado a una seria revisión. Sin embargo, tiene un alto valor simbólico, las peripecias de Eneas en busca de su destino por voluntad de los dioses son las etapas de una progresiva revelación de ese destino en las que el héroe se madura. De todas formas el libro III, situado entre el segundo, de una intensidad dramática poderosa, y el cuarto, de una intensidad emocional nunca superada ni en la poesía antigua ni en la moderna, necesariamente tenía que representar un momento de distensión psíquica en el que la soltura narrativa campeara como alivio para el espíritu. El libro IV, en el que se narra la historia de la pasión de Dido y su trágico desenlace, ha sido considerado siempre como la pieza maestra de La Eneida con toda justicia: en él se funden la simpatía humana, la pasión abrasadora y el más trascendente simbolismo; sin embargo, esta perfección del libro lo es considerando solamente los aspectos humanos antes dichos, pero no el conjunto del poema, del que es tan sólo un episodio, pues La Eneida converge unitaria hacia la segunda parte, desde el libro VII; la grandeza épica de la obra está desplazada, como es natural, hacia su segunda parte, y el libro IV no tiene majestad épica, aunque la tenga trágica. El libro V nos vuelve a situar en Sicilia, después de la segunda huida de Eneas y los suyos de Cartago: es huida, en tanto en cuanto el destino de Troya corrió el riesgo de quebrarse en los brazos de Dido. Gran parte del libro lo ocupan los funerales en el aniversario de la muerte de Anchises, el padre de Eneas. El proceso de maduración de Eneas, que es ya el héroe nuevo con todo su sentido de la responsabilidad, se consuma humanamente. En el libro VI Eneas, humanamente maduro, va a recibir la visión directa de su destino: el pasado y el futuro van a entregársele en el mundo de las almas. Eneas, guiado por la Sibila y con el pasaporte de la rama de oro, desciende por la gruta del Averno a la región de los muertos. Cruza el Río del Olvido, luego los Campos del Llanto, en donde están aquellos que no colmaron su destino en la vida, entre ellos Dido, que responde a Eneas con un abrumador silencio; luego llegan al Tártaro, donde Eneas no entra pero conoce por la Sibila los castigos a los malvados; por último, la tercera región, la de los bienaventurados, los Campos Elíseos, donde el espíritu de su padre lo recibe, le explica el ciclo del destino y la doctrina de la inmortalidad y le presenta las almas de los que van a ir a la vida terrena, desarrollando ante sus ojos toda la Historia de Roma con sus figuras heroicas y culminantes y, como epílogo, la visión del imperio universal. A partir de aquí comienza el tema fundamental de La Eneida: la conquista, pacificación y establecimiento en Italia. Todo lo anterior es preparación: Eneas y los suyos han encontrado firmemente su destino y, sobre todo, a través de las anteriores peripecias, se han hecho dignos de él y capaces de realizarlo; su destino no les ha venido de fuera, sino que se identifica con un proceso interior y libre. El libro VII comienza la segunda parte de La Eneida, que Virgilio abre con toda solemnidad con una invocación a la Musa y con una afirmación rotunda de que es ahora cuando para él empieza una serie de acontecimientos más grandiosos, una obra de más envergadura. Nos describe la desembocadura del Tiber, las negociaciones con el rey Latino, la interferencia de Juno, y la guerra. Y termina con el pintoresco y grandioso desfile de los ejércitos de los diversos pueblos itálicos. El libro VIII lo ocupa la embajada a Evandro en el pequeño territorio donde se asentará la futura Roma, la alianza establecida con él y la preparación para la guerra que va a ser inevitable. Venus solicita la ayuda de Vulcano, quien prepara armas para Eneas, y posteriormente se presenta ante él para entregárselas. En este capítulo es importante la descripción del escudo de Eneas. El libro IX describe el ataque de los itálicos, capitaneados por Turno, contra el campamento troyano establecido en Ostia, y el episodio de Niso y Eurialo, que resultan muertos al tratar de romper el cerco para avisar a su rey de lo mal que se encuentra el campo troyano con la correspondiente caída en la moral de los troyanos que aprovecha Turno en su ataque. En el libro X Eneas llega, aliado a los etruscos, bordeando la costa, en ayuda de los suyos, resolviéndose la batalla en una gran victoria para los troyanos. Muere Palante a manos de Turno y Eneas venga su muerte dando fin a Lauso (hijo de Mecencio) y posteriormente al propio Mecencio en un duelo. El libro XI se desarrolla entre rápidos y variados incidentes, destacándose por su belleza el episodio de la virgen guerrera Camila, que muere en el combate contra Arrunte. El ejército latino se dispersa y tiene que ir Turno para solucionarlo. Su llegada al campo de batalla es junto con la de Eneas y ambos esperan a la mañana siguiente. El libro XII es el cierre perfecto de la Eneida. Se concierta una paz y un combate individual entre Eneas y Turno. Pero la paz se rompe ya que la hermana de Turno hace que Tolumnio dispare sus dardos contra los troyanos. La obra termina con el combate de Eneas (herido y curado milagrosamente con unas hierbas) y Turno. Muere éste a manos de Eneas. El destino se ha consumado.
Estructura.
La Eneida presenta un plan bipartito formal e intencionalmente. Formalmente, porque el poema, que, como toda obra de arte, es el último de una serie, tiene como fondo La Odisea y La Ilíada de Homero: la primera parte del poema, libros I−VI, hacen eco formal a La Odisea, y la segunda parte, libros VII−XII, se lo hacen a La Ilíada. Se trata de una pauta formal, no de un guión: Virgilio luego crea sobre esa base tradicional libremente e imita pasajes y expresiones sin sujeción a ningún esquema servil. Sólo en este sentido y con esta reserva fundamental se puede aceptar esta deficiente y muy tradicional apreciación estructural de una obra tan compleja como La Eneida. A su vez, la primera mitad del poema se desarrolla fuera de Italia y son sus motivos las leyendas extraitálicas de los orígenes troyanos de Roma; la segunda mitad se desarrolla en el suelo de Italia y no es dudosa la idealización del presente de Roma mediante su proyección sobre un remoto pasado en el umbral de la historia romana. En otro orden de cosas, este plan aparece sutilmente como una intención; de una parte está Roma como realidad histórica, como presente de Virgilio; de otra, la leyenda protohistórica: exaltar ese presente por su inserción en un pasado glorioso es, sin duda, el problema que Virgilio se propuso resolver. Unir un episodio contemporáneo con un fragmento de leyenda era un procedimiento épico de larga tradición. Pero la dificultad consistía en la reducción a unidad de las dos piezas, y en esa dificultad naufragaron todos los intentos romanos anteriores y posteriores a Virgilio. El milagro de La Eneida es que aporta una solución a este problema insoluble y sin desdeñar los datos: exaltación de la obra de Augusto, narración legendaria, evocación de los caracteres más sobresalientes de la historia romana; pero en lugar de tratar estos motivos yuxtapuestos, Virgilio, a lo largo de su poema, los ha tratado simultáneamente. ¿Cómo la historia pasada y presente de Roma pueden ser evocadas a través de una acción legendaria? Gracias al poder sugestivo de un sutil simbolismo. Pero si la Eneida puede ser aceptada en conjunto como un trasunto simbólico de la imagen virgiliana de Roma, la interpretación simbólica concreta de cada pasaje no puede ser aceptada si no es con grandes reservas y precauciones. Pero es en cuanto creación literaria, en cuanto mundo de arte organizado lingüísticamente con leyes propias, como el plan bipartito de la Eneida se hace manifiesto. Y es bajo este aspecto como hay que entender la explícita declaración de Virgilio, que ha proporcionado no pocos dolores de cabeza a la crítica en todos los sentidos. La Eneida consta de 9.896 versos. Pero la primera parte es sensiblemente igual a la segunda (unos cuatrocientos menos). A la luz de las caracterizaciones estilísticas este problema adquiere nueva perspectiva: la primera parte de la Eneida está dedicada a la emergencia de la nueva personalidad de Eneas desde el momento mismo de sus génesis en el libro II a lo largo de su proceso de maduración. En esa primera parte el libro II es el capital en el sentido genético: en él nace Eneas, consumándose el despegue de su pasado histórico. El libro IV es el de la gran prueba de Eneas, en la que está a punto de sucumbir ante la seducción de la belleza, del amor, de todo lo que sujeta al hombre a la tierra y a la Historia. Su nueva personalidad ha emergido dolorosamente a través de crueles experiencias y renuncias a lo largo de los cuatro primeros libros, y, ya depurada en esa vía purgativa, en el libro VI, entra en la vía unitiva con la visión directa de su ser, del centro de su personalidad total, con la experiencia directa del arquetipo romano que va a encarnar y con la revelación de su propio destino. Del libro VI, sale el Eneas arquetipo, que incorpora el ideal romano. Por eso la primera parte en su conjunto es más humana los momentos más humanos están en los libros I−IV y el más humano de todos, el IV, es el logro poético más emotivo en el sentido trágico, no el más grandioso en el épico. En conjunto, las grandes escenas épicas se dan en la segunda parte; esta segunda parte es más espectacular y, en cuanto a espectáculo, más grandiosa. La primera parte es un exponente del poderío trágico − lírico de un poeta que vive en su arte los misterios de la psicología humana; la segunda parte lo es de la fantasía de un poderoso juglar capaz de transmitir el grandioso espectáculo de un arquetipo en acción.
Me complace compartir con mis estudiantes de Grecolatina la estructura de La Eneida, como preámbulo a la lectura formal de la obra.
ResponderEliminarCitaré el nombre del autor del blogger.
Muy buena información gracias
ResponderEliminarGracias!
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